El artículo que os propongo, «Aspectos emocionales del lenguaje» de José A. Hinojosa y colaboradores, explora la interacción entre el lenguaje y las emociones desde una perspectiva neurolingüística y psicológica.
Los autores destacan que, a pesar de la importancia fundamental de las emociones en la comunicación humana, la relación entre el lenguaje y la emoción ha recibido relativamente poca atención en la investigación hasta tiempos recientes.
Los expertos revisan una serie de estudios que muestran cómo el contenido emocional de las palabras afecta múltiples niveles de procesamiento del lenguaje, incluyendo aspectos fonológicos, léxico-semánticos y morfosintácticos que participan tanto en la comprensión como en la producción del lenguaje. Asimismo, los autores señalan que las emociones no solo influencian cómo se aprende el lenguaje, sino también cómo se procesan las palabras y textos a nivel cerebral.
Los hallazgos de investigaciones recientes sugieren que el lenguaje emocional posee características particulares que lo diferencian del lenguaje no emocional.
Por ejemplo, el aprendizaje del vocabulario emocional sigue un patrón único en el desarrollo infantil, comenzando desde los primeros años de vida: Los niños empiezan a usar palabras con contenido emocional alrededor de los 20 meses y muestran un aumento significativo en su uso hacia los tres años.
A nivel neurológico, el contenido emocional de las palabras y frases implica la activación de áreas cerebrales asociadas con el procesamiento emocional y lingüístico.
Para llevar a cabo los estudios que refieren los autores, se utilizaron técnicas como la resonancia magnética funcional (RMf) y electroencefalografía (EEG) que han mostrado que las regiones del cerebro como la corteza prefrontal y la amígdala, juegan un papel crucial en este proceso.
Los estímulos emocionales modifican la manera en la que el cerebro procesa el lenguaje, afectando desde la percepción inicial hasta la integración más compleja de información semántica.
Los autores también hacen referencia a cómo los aspectos morfosintácticos del lenguaje, como la concordancia de género y número, pueden ser influenciados por el contenido emocional de las palabras. Esto sugiere que las emociones pueden afectar las estructuras gramaticales básicas del lenguaje, un área que hasta hace poco era considerada independiente de influencias emocionales.
Para ilustrar estas afirmaciones, los expertos nos ofrecen estos estudios.
Para referir el desarrollo infantil y las emociones, citan un estudio de Bloom (1998) que observó que los niños expresan más emociones positivas y de baja intensidad en sus primeras etapas lingüísticas; asimismo, evidenció que los niños con menor competencia lingüística tendían a expresar más emociones.
En cuanto a la adquisición de vocabulario emocional de niños entre 18 meses y 6 años, los autores refieren que comienzan a usar palabras de ámbito emocional como tristeza, odio o amor, alrededor de los 20 meses.
Asimismo, recogen las conclusiones de Ponari y sus colaboradores que observaron que los niños de 8-9 años identifican más fácilmente palabras con connotaciones positivas que las negativas o neutras.
Finalmente, refieren a Martín-Loeches y sus colaboradores que realizaron un estudio EEG donde se examinó cómo el contenido emocional de los adjetivos afecta la concordancia de número en las oraciones; descubrieron que los adjetivos emocionales negativos aumentaban la dificultad para procesar errores de concordancia.
El documento concluye que es esencial considerar las interacciones entre el lenguaje y las emociones para obtener una comprensión más completa del procesamiento lingüístico y su desarrollo.
Los autores abogan por una mayor integración de los estudios emocionales y lingüísticos en las futuras investigaciones psicológicas y neurolingüísticas, argumentando que el lenguaje es un vehículo no solo para la comunicación de información, sino también de sentimientos y estados emocionales, lo cual es fundamental en la interacción social humana.