Son muchos las cuestiones que tiene que tener en cuenta un falsificador a la hora de imitar una firma.
Sollange-Pellat decía que en este ejercicio de imitar, al querer forzar o modificar algún género gráfico, ese esfuerzo deja, inevitablemente, una huella.
Lo que en jerga bélica diríamos, «daños colaterales».
A continuación veremos algunas firmas del pintor catalán Roig-Soler (1852-1909), firmas que pertenecen a cuadros expuestos en museos.
Seguramente, el lector ya habrá descubierto algún gazapo, algún trazo tembloroso, algún elemento de contención y falta de espontaneidad.
Pero en esta ocasión le invito a que se fije en la línea de base de la escritura, esa línea imaginaria en la que se asientan las letras.
Es difícil mantener la horizontalidad y mucho más si el soporte es grande, el útil es un pincel y quien firma está de pie.
Cuesta mantener la línea horizontal, como cuando los profesores tratamos de escribir en la pizarra y eso que la tiza es de prensión más corta y está más próxima a la superficie.
Mantener la horizontalidad sin empequeñecer la letra es siempre indicativo de autenticidad.
Por contra, el imitador, como le cuesta mantener el esfuerzo, o sacrifica la dirección o bien la proporción de las letras; de ahí que en ocasiones o bien se firme con una letra ensiforme -es decir que va empequeñeciéndose- o bien la horizontalidad de la línea de base se rompe.
Y para muestra…