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Seguimos en el mismo museo que los anteriores post, aunque un paseo por cualquier exposición nos permite descubrir alguna firma apócrifa. Un cuadro firmado, lo hemos comentado muchas veces, nos permite identificar antes su autor, pero creo -y quizás me tire piedras a mi propio tejado- que la firma está sobrevalorada.

La firma es sólo un gesto en la inmensidad de millones de gestos que componen un cuadro.

Por eso cuando, conociendo la autoría, alguien decide estampar la firma, teniendo en cuenta la gran dificultad que supone estampar una única firma con un pincel, imitando a un tercero y sobre una superficie rugosa, habitualmente uno de los 7 géneros gráficos sale perjudicado, ya sea la forma, el tamaño y sus proporciones, la inclinación, la dirección etc.

En el caso que hoy presentamos, la firma ejecutada torpemente es el resultado de tratar de imitar la cohesión.

La cohesión es la manera de unir las letras: podemos ligar las letras de forma continuada, de forma agrupada por sílabas o sencillamente dejar cada letra aislada del resto. Habitualmente para ligar las letras se prolonga el final de una letra o se alarga el inicio de la siguiente.

En etapas de aprendizaje lecto- escritural o en situaciones de ansiedad, las letras suelen chocar entre ellas y la cohesión es irregular y accidentada.

En niños se observan, además, esas aspas tan características resultado del trazo final de la letra y el inicio largo de la siguiente.

Pero cuando se trata de falsificar una escritura, la cohesión es el género que puede resultar más difícil de imitar porque las uniones pueden resultar artificiosas.

Veamos estas firmas. Fácilmente podrá descubrir el lector, cuál es la firma que se ha tratado de imitar, porque hay sucesivos levantamientos del útil y la firma parece estar hecha a trocitos reenganchados.