Los grafólogos no podemos emitir diagósticos clinicos ni identificar trastornos a través del análisis grafopsicológico.
Sin embargo, existen una serie de rasgos escriturales que alertan de que la personalidad puede estar alterada y que el individuo puede desarrollar comportamientos, actitudes y tendencias asociadas a un tipo de trastorno de personalidad.
Esta afirmación, que podría alarmar a cualquiera, a mi no me parece descabellada, porque todos tenemos un puntito de manías, obsesiones, rigideces, histrionismo, ansiedad…y todos somos capaces de convivir y de trabajar.
La cuestión es, como siempre, encontrar el contexto adecuado y la atención médica requerida, para que el paciente pueda llevar una vida feliz y tranquila.
Por esta razón, en un post anterior, abordamos el caso de una personalidad obsesiva; a pesar y gracias a ese trastorno, el trabajo de esa persona era preciso, impecable, riguroso, perseverante y puntual.
Veamos otro ejemplo: te invito a que rastrees en internet el concepto «autismo y personas exitosas» y te llevarás una sorpresa.
En selección de personal, encontramos candidatos con ese puntito de rareza, que quizás en un puesto de trabajo concreto, puede ser brillante.
Veamos por ejemplo la personalidad de quien sabe adaptarse a situaciones nuevas y exitosas, que busca el aplauso y sentirse valorado, que su pensamiento es ágil, intuitivo, imaginativo y rápido, que en el trato con los demás puede ser caprichoso, seductor, gracioso, emotivo, irritable y cambiante, que su actividad es motivada y variada…..
Bien, quizás esta personalidad puede resultar incompatible y molesta en un equipo de trabajo pequeño y de perfil administrativo, pero ¿no te parece que puede encajar perfectamente entre bambalinas?
Así que, cuando el grafólogo encuentra una escritura aireada con formas grandes e infladas, ocupando el espacio, móvil y con un ritmo desigual, no la descarta porque quizás la empresa necesita un «Flautista de Hamelín«.