No todo el mundo puede trabajar en una mina.
El minero -una profesión que tiene los días contados- debe ser capaz de abstraerse y mucho. Debe ser capaz de concentrarse, evadirse del entorno y focalizarse.
El minero, como se pare a pensar dónde está, no supera el primer día de trabajo.
Sabio, Gruñón, Feliz, Dormilón, Tímido, Mocoso y Mudito son simpáticos enanitos que están felices con su pico. Sus personalidades son distintas, pero poco creíbles. Es lo que tiene la ficción.
Y esto viene a cuento -y nunca mejor dicho- porque en las empresas hay tareas que requieren trabajadores mineros; posiblemente no sean los más simpáticos ni los más extravertidos o amables; quizás pueden ser desafiantes, susceptibles y criticones, pero funcionan.
En ocasiones, en selección de personal, conviene que el grafólogo acuda a la empresa para ver el espacio real donde se ubican los empleados, porque no todo candidato puede trabajar en un espacio abierto, ni todo el mundo puede trabajar junto a la puerta. Es más, en una ocasión aconsejé que colocaran una planta grande junto al nuevo asistente. Y funcionó.
Por eso no te extrañe que tu compañero se clave los cascos todo el día, porque no soporta la risa histriónica de su compañera; por eso, no te extrañe que haya quien elija trabajar frente a una pared o en un rincón.
Y en ese lugar, inhóspito para algunos, el grafólogo puede situar al candidato con una escritura tipo lluvia, densa, paralela, rígida, angulosa y con impresión de fuerza.
Allí puede trabajar muy bien, pero no le toques las narices