Hace unos meses, al principio deL curso escolar, los alumnos manifestaban que se habían «olvidado de escribir«.
Después de tomar apuntes durante 1 hora, se quejaban de que la mano ya no les «funcionaba»por falta de uso durante las vacaciones.
Los profesores escuchamos divertidos comentarios que auguraban que iba a costar un poco más la rentrée escolar, y no sólo por la ineficacia de las 14 falanges de la mano.
Este año, los centros educativos empiezan a abandonar el uso indiscriminado de las tablets, Laus Deo!.
En el colegio donde doy clases de latín a Bachillerato, nunca hemos sucumbido a este tipo de tecnología y esto se ha traducido en un aumento de la atención en clase y en un mejor rendimiento académico evidente en las pruebas oficiales externas a las que se someten los alumnos de la ESO, y por supuesto en la Selectividad.
Las palabras que pronunciamos o escribimos no van por libre: requieren no solo la intención o el dominio de la lengua y del lenguaje, sino también la intervención de los músculos y del esqueleto del cuerpo.
Cualquier movimiento corporal sucumbe al criterio del cerebro y a mayor complejidad motriz, mayor complejidad neurológica.
Dicen que al reír se mueven 300 músculos de la cara, y que eso es buenísimo; pero al escribir también intervienen 300 músculos de todo el cuerpo.
Si escribirmos en el móvil o en el portátil tumbados en la cama, esta posición limita la intervención compleja y completa de todo nuestro cuerpo.
El programa informático se encarga de respetar esas distancias necesarias entre letras, palabras y líneas para que un texto pueda ser legible.
También se encarga de mantener una adecuada ocupación del espacio respetando los márgenes superior-inferior, izquierdo-derecho.
De hecho, podemos redactar un documento con los ojos cerrados si dominamos el teclado o podemos dictar el texto mientras miramos el infinito.
Pero escribir a mano requiere la intervención consciente de nuestro intelecto y de nuestra motricidad, refuerza el sentido del esfuerzo y de la responsabilidad, porque en el acto de escribir de forma manuscrita es el propio yo quien se involucra.
La elección consciente del formato del papel y del diseño del documento implica planificación y organización del contenido y además permite desarrollar las habilidades espaciales y la jerarquización de las ideas.
Podemos escribir muy rápido en el ordenador y ser muy eficaces tomando apuntes, sin embargo tal velocidad no supone que aquello que estamos escribiendo se conserve en nuestra memoria.
Sin embargo, la escritura manuscrita con esa implicación personal y ese tiempo necesario para escribir con una letra medianamente legible, permite reforzar la memoria.
Y si no, hagan la prueba.
El proximo día que vaya a comprar al supermercado, haga una lista de productos en un papel y otra lista en las notas del móvil. Después compruebe si ha dejado de comprar algún producto y a qué lista pertenecía.