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Lo sabemos, está claro. Las escrituras son diferentes. El experto nos dice que si los cerebros son diferentes, distintas serán las escrituras manuscritas.
Conocemos los ejercicios escriturales ejecutados por personas que, debido a un traumatismo, han tenido que aprender a escribir o a pintar con la boca o con los pies, porque quien escribe es el cerebro.

Solange-Pellat en 1927 publicó un libro Les lois de l’écriture donde hacía referencia a las cinco leyes de la escritura aplicables a cualquier alfabeto y de las que hablamos en otro post.

Esta leyes evidencian el hecho de que a pesar de que la escritura es un elemento cultural y universal, cada cual hace de su capa un sayo y a medida que vamos creciendo, la escritura evoluciona como cualquier habilidad.

Con los años vamos perfilando nuestra manera de vestir, escogemos un tipo de lectura o de música, seleccionamos el ocio o nos especializamos en un deporte.

Cada uno, con los años, se confecciona el traje a medida de su propia vida, y en ese traje, también se hilvana el estilo escritural.

Con la edad tendemos a simplificar las formas, airear los espacios y a personalizar los márgenes; cada uno encuentra en el papel manuscrito o en la pantalla del ordenador una manera personalísima para escribir lo que escribe.

Son precisamente detalles nimios entre una escritura y otra lo que permite diferenciarlas; en esos detalles en la ejecución de las letras, en el punto de arranque o los finales, en la manera como prolongamos o acortamos las tildes o ejecutamos un acento es donde radica la fuerza individualizadora del grafismo.

Estas pequeñas señas escriturales son análogas a las huellas dactilares de unos y de otros que se distinguen por las crestas papilares, los deltas, el núcleo, el arco etc.

El perito calígrafo es el experto en captar esos pequeños detalles y el falsificador es, la mayoría de las veces, incapaz de verlos, de forma que cuando trata de imitar una firma o una escritura, le pasan por alto esos detalles, y esa omisión, es precisamente su confesión.

El falsificador puede imitar fácilmente la forma o la inclinación de la escritura, pero difícilmente ejecutará idénticos perfiles y plenos, ejecutará mazas o arpones en los finales o un hilo en el espacio sin que deje una huella de esfuerzo en el recorrido dando lugar a una escritura no espontánea, que el ojo del experto detectará sin dificultad.