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Resonaba en mi memoria la canción de Julieta Venegas -aquella que invitaba a conocer a una persona sin prisas-  cuando contemplaba la firma de Solana, en el Museo Reina Sofía de Madrid.

Al observar un cuadro de este pintor, se percibe un contraste  muy intenso entre la pincelada potente y rabiosa de su pintura y esa firma tan inocente, infantil y lenta.

La firma de Solana nos sirve de ejemplo a los profesores cuando queremos explicar cómo es una firma dibujada, ya que muchas veces, esa extrema lentitud es un signo de falsificación.

Vean algunos rasgos de esta escritura dibujada:

  • el pincel se desliza con un movimiento controlado y tenso,
  • los puntos de arranque son precisos, sin excesivos cargas de pintura,
  • se observan claramente los levantamientos de útil y concretamente las cedras que ultiman su contacto con la superficie,
  • el calibre es regular, no hay sorpresas,
  • el enlace es proporcionado y rígido.

 

En la exposición también encontré un tesoro.

Esta firma estampada con el extremo del pincel, pareciendo arrancar a tiras el óleo en un trazado torpe; podría parecer una firma apócrifa, pero es demasiado valiente hacerlo de esta manera y demasiado lenta, muy lenta, como siempre.

 

Y para acabar, otra joya.

Una escritura manuscrita que denota la escasa destreza escritural ligada a un modelo caligráfico  de la época, muy cuidadoso y muy lento.

El artista no tuvo una infancia fácil.

Y posiblemente esas dificultades se observen en la involución de su escritura que conserva rasgos de escritura infantil.