El lenguaje sirve para expresar y demostrar emociones más o menos súbitas y sentimientos más o menos profundos.
Cuando un mensaje nos informa del estado de ánimo del emisor o, en general, nos descubre rasgos de su personalidad, decimos que el mensaje cumple una función expresiva o emotiva. En tales casos el mensaje toma al emisor como punto de referencia, porque además de transmitir una información, el hablante expresa a la vez su actitud ante lo que dice.
Si con el mensaje el hablante quiere conseguir algo del receptor, ya sea influirlo, aconsejarlo, moverlo a actuar en un sentido determinado…el mensaje tiene una función conativa o apelativa.
Para llevar a cabo esta finalidad, el estilo de comunicación empleada puede ser pasiva, agresiva, asertiva o empática.
Dado que en el acto comunicativo de este tipo entran en juego dos personalidades, hay que tener en cuenta si existe paridad o sin embargo una de ellas refleja cierto nivel de inferioridad (motivado por distintas causas: salud física y psíquica, vivencia traumática o ansiosa, relación de laboral etc.)
En ocasiones, el tipo de trato va a depender del nivel de familiaridad entre los participantes en la conversación, por lo que una frase del tipo “Eres un cabrón” puede adquirir una connotación ofensiva o no, en función del nivel de amistad o compañerismo. En este sentido, por ejemplo, una expresión tal como: “Qué prontito llegas” puede tiene un carácter informativo, aseverativo o bien irónico cuando el amigo no es puntual y llega mucho más tarde de o previsto.
De ahí que en la valoración de la posible ofensa o contrariedad del mensaje entren en juego dos personalidades.
Por esta razón para valorar el estilo de comunicación de un texto hay que considerar:
- la personalidad y el grado de sensibilidad del emisor y del receptor,
- la asiduidad de los mensajes,
- las señales de reconciliación si ha habido ofensa,
- la reiteración en el lenguaje vejatorio,
- el grado de familiaridad o de amistad,
- la cercanía física o emocional de ambos personas etc.
En la medida en que el lenguaje o la asiduidad de los mensajes supone una ofensa o intimidación hacia el receptor, podemos estar hablando de un aspecto del ciberbullying.