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Descubrir la autoría de un anónimo digital, como ya hemos dicho en otras ocasiones, requiere la elaboración de un perfil sociolingüístico.

La ficha, como vimos, es muy extensa y nunca conseguiremos completar todos los items, incluso algo tan útil como el sexo o la edad que nos sirve para descartar a candidatos; y por experiencia estos candidatos suelen ser personas allegadas, conocidos o compañeros del trabajo de la víctima que ha recibido un anónimo cargado de amenazas, coacciones o insultos.

Analizar el léxico y las expresiones  como refranes, frases hechas o eufemismos, por ejemplo, nos orientan acerca de la edad del autor y nos sitúan si estamos frente a un niño, un adolescente, un joven o un adulto.

Veamos este caso, en el que he tenido que modificar el texto-anónimo.

Una directora de un colegio concertado recibe el siguiente anónimo digital; la IP es de un ordenador que hay en la biblioteca del centro al que tiene acceso todo el mundo y se ha enviado a través de una web que ofrece la posibilidad de enviar anónimos.

 “No nos mola, no nos gusta que se impartan las clases desde la tarima, no es guay. Clama al cielo que una directora que se cree tan colega nuestra y que se las da de joven, luego la cague de esta manera. Váyase usted a la mierda y todo el Consejo Escolar y los profes progres que también nos amargan la existencia. A nosotros no nos gusta ir al colegio y ya que vamos obligados, al menos que los profes sean más enrollados, como hace la profesora de ética, una profe que nos encanta y que la tienen arrinconada. Que sepa usted, señora directora, que ella es la mejor profesora del colegio”.

De entrada pudiera parecer que este mensaje lo ha escrito un adolescente del colegio por el contenido y por el empleo de algunas expresiones: colega, la cague, váyase usted a la mierda, amargan la existencia, profesores enrollados.

Pero veamos:

Hay palabras que parecen que son propias de jóvenes, pero que esta generación ya no las emplea: mola o guay.

Hay palabras que no son propias del léxico del adolescente: impartan, tarima, clama al cielo, nos encanta, arrinconada.

¿Qué sucede con estos anacronismos? ¿de qué nos están alertando?

Me imagino que ya han descubierto quien es el autor del anónimo, pero si no, pensemos: ¿qué pretende este anónimo? ¿a quien beneficia este anónimo?

Hablar de la tarima de las clases es sólo un pretexto  y los reproches son también una cortina de humo, ¿qué nos queda? la alabanza a una profesora de ética a la que no se le tiene mucho en cuenta.

Ahí está la cuestión.

Y si consideramos que la edad del autor del mensaje es de edad adulta y le añadimos el beneficiario, la Y se resuelve por su propio peso.

La lingüística, mal que me pese, es a veces como una ecuación.