Este artículo se me antoja un poco caprichoso, pero viene a colación de un post anterior sobre el disimulo y la mentira.
En una de esas tiendas Re-read, compré por 3 euros la semana pasada el libro El Criterio de Jaime Balmes, un filósofo y teólogo español del S XIX.
En el capítulo 11 da las reglas para garantizar la veracidad de una historia o del relato de un historiador, reglas que bien pueden aplicarse en la actualidad a cualquier medio de comunicación que traslade una noticia. Reglas de oro para no dejarse encandilar por las Fake-News y “distinguir lo que hay en ellos de absolutamente cierto”
1.- “Atender a los medios que tuvo a mano el historiador para encontrar la verdad y las probabilidades de que sea veraz o no”.
2.- “En igualdad de condiciones es preferible el testigo ocular”.
3.- “Entre los testigos oculares es preferible, en igualdad de circunstancias, el que no tomó parte en el suceso y no ganó ni perdió con él“.
4.- “El historiador contemporáneo es preferible; teniendo el cuidado de cotejarle con otro de opiniones o intereses diferentes”.
5.- “Los anónimos merecen poca confianza; el público no está obligado a prestar crédito a quien le habla con un velo en la cara”.
6.- “Antes de leer una historia es muy importante leer la vida del historiador“.
7.- “Las obras póstumas publicadas por manos desconocidas o poco seguras son sospechosas de apócrifas o alteradas”.
8.- “Historias fundadas en memorias secretas y papeles inéditos…no merecen más crédito que el debido a quien sale responsable de la obra”.
9.- “Relaciones de negociaciones ocultas, de secretos de Estado, anécdotas picantes sobre la vida privada de personajes célebres, sobre tenebrosas intrigas y otros asuntos de esta clase han de recibirse con extrema desconfianza“.
Porque, dice Balmes, si es difícil aclarar la verdad “de lo que pasa a la luz del sol”, cuanto más en aquello “que sucede en las sombras de la noche”.
Y visto lo visto en los medios de comunicación, en los medios periodísticos, en Twitter y en otras RRSS, deberíamos todos analizar adecuadamente las fuentes y verificar los detalles de lo que decimos, estudiamos o escribimos.