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Dicen que a un niño, una hoja de papel en blanco le asusta, de la misma manera les sucede a los actores cuando van a salir a actuar; a esa sensación le llaman miedo escénico: es un temor reverencial a no se qué poner, escribir o pintar.

Ese miedo se traduce muchas veces en negación o agresividad y el niño que no sabe qué hacer con el papel, lo rompe, lo desgarra o lo pisa.

Lo cierto es que el papel es al niño, lo que el escenario a un actor, es un espacio para moverse y pararse, para hablar y callar, para sufrir o para gozar.

El niño que se enfrenta al papel, primero lo hace con garabatos, que es manifestación de movimiento y de actividad. Y es que el niño es puro movimiento. Movimiento para crecer, moverse, conocer y aprender.

La educación, la formación y el aprendizaje tienen la función de enseñar al niño a ir dominado el movimiento, la impulsividad y la vitalidad, tienen la función de enseñarle a conocer y a adquirir unas normas, unas leyes y unas formas de vida.

El niño que se enfrenta a ese papel en blanco transmite aquello que bulle en su interior y que no sabe cómo expresarlo.

El niño puede apretar el lápiz más o menos y ahí veremos su tonicidad, su fuerza, su energía y su grado de expansión; el niño puede escoger colores vivos, brillantes, luminosos o bien oscuros, apagados o taciturnos, según su estado de ánimo; el niño puede hacer formas más curvas, fetales o espirales, si desea acaparar la atención , buscar protección o socializarse.

En cambio, sus formas pueden ser más angulosas, rectas o lanzadas, según sea su nivel de irritación, enfado, impulsividad o agresividad.

El movimiento de su mano puede ser más o menos impulsivo, controlado,  fluido, según su nivel de tensión interior, su relajación íntima, su impetuosidad, su rebeldía o su fuerza.

El niño puede ocupar toda la hoja si es extravertido o situarse sólo en un margen o en el centro según sea su grado de dependencia, su nivel de introversión o sus rebeldías.

Considerando estos aspectos de la presión, de las formas, del movimiento o de la ocupación del espacio, podemos analizar su grado de extraversión o introversión, su energía vital, su sociabilidad o sus necesidades afectivas, aspectos importantes para conocer a ese niño que todavía no tiene lenguaje y no sabe hablar.