La manipulación en el lenguaje es un asunto recurrente en las consultas en el despacho.
¿Hasta qué punto hay violencia en una nota, en un comentario, en un mensaje o incluso en una conversación de whatsapp?
A la violencia directa, como ya hemos dicho en otras ocasiones, se le ve el plumero. Es el pavo real en su esplendor, y con ese mismo esplendor, se delata.
La manipulación -dicen- tiene el encanto de enmascararse, de disfrazarse y de eludir la confrontación directa.
Pero es esa gotita que cae inexorable, imparable, constante, silenciosa.
He aquí algunos ejemplos de manipulación en el lenguaje, pero hay tantos que se merecen un segundo post:
- Generalización excesiva: hacer afirmaciones exageradas y poco precisas para generalizar una situación o grupo de personas.
- Falta de transparencia: ocultar información importante para evitar que otros tomen decisiones informadas.
- Eufemismos: utilizar términos suaves o políticamente correctos para evitar la dureza de la realidad.
- Elipsis: eliminar información importante para evitar que otros tomen decisiones informadas.
- Mentiras: decir algo que no es verdadero con la intención de engañar.
- Ambigüedad: utilizar palabras o frases vagas o poco claras para evitar la responsabilidad o evitar compromisos.
- Insinuaciones: hacer sugerencias indirectas para comunicar algo sin decirlo explícitamente.
- Ad hominem: Atacar a la persona en lugar de responder a su argumento.
- Falta de sinceridad: fingir emociones o sentimientos para persuadir a alguien.
- Manipulación emocional: utilizar las emociones de alguien para persuadirlo.
- Repetición: repetir una afirmación con frecuencia para que alguien la crea.
- Culpar a otros: culpar a otras personas o factores externos para evitar la responsabilidad.
- Distracción: desviar la atención del tema principal para evitar discutirlo.
- Falta de consistencia: cambiar de opinión o de postura con frecuencia para evitar compromisos.
- Sarcasmo: utilizar el sarcasmo para minimizar o ridiculizar la opinión de alguien.
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