La escritura manuscrita es el resultado de un complejo proceso neurológico, mucho más complejo que la escritura del teclado.
En la escritura manuscrita intervienen un mayor número de músculos que los que se emplean para la escritura digital; prueba de ello es que las personas con dificultad motora optan para comunicarse con sencillos mandos y escasas teclas.
A la hora de analizar un anónimo los peritos nos detenemos en el final del escrito donde los automatismos escriturales del falsario salen a la luz; y es que no podemos engañar tanto tiempo al cerebro sin dejar -como decía Sollange-Pelat- la marca del esfuerzo.
¿Cómo actúa el cerebro en una falsificación de escritura?
Serratrice-Habib exponen que los expertos detectan las falsificaciones porque a pesar de la programación motora y los componentes periféricos, «posiblemente la especificación de los músculos, la fuerza del gesto y la dirección de la trayectoria» pueden variarse antes de la contracción de los músculos.
De esta manera, el cerebro se enfrenta a una nueva estrategia y decide unas nuevas ejecuciones no programadas: escribir rasgo tras rasgo, controlando de manera visual cada rasgo y trazado con un autocontrol que le resta espontaneidad al grafismo.
La consecuencia de este control que afecta a todos los músculos (distales y proximales) es la rigidez que se traduce en «rasgos bruscos, torpes, descoordinados e imprecisos».
Para facilitar la relajación muscular muchos falsarios optan por útiles escriturales que ofrezcan menor resistencia, por ejemplo, los bolígrafos de gel, en los que el útil avanza con más libertad y en especial sobre aquellas superficies más satinadas.
Está comprobado también que el trazado mejora si se escribe con los músculos proximales, es decir con el brazo estirado, de ahí que si tomamos un cuerpo de escritura en dependencias judiciales, habría que solicitar que algunas firmas se escribieran de pie.
Finalmente, hay que recordar que en un cuerpo de escritura hay que respetar el requisito de homogeneidad documental, es decir, emplear un papel lo más parecido al documento cuestionado, para comprobar la coincidencia en la fuerza que imprimen los movimientos flexores y extensores.