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La ansiedad es compañera del estrés, los conflictos y los problemas, y  todos, quien más quien menos, lidiamos con ella.

En los procesos de selección de personal, los grafólogos detectamos casi siempre ansiedad en la escritura, es lo habitual y lo normal porque el propio proceso genera nerviosismo y ansiedad.

Pero hay dos tipos de ansiedad: aquella que puede ser positiva porque nos dinamiza, nos pone en alerta y nos alienta, y otra paralizante.

¿Cómo distinguirlas?

La bibliografía especializada en grafología señala que existen hasta 66 pequeños gestos y características escriturales que son señales de alarma de una posible ansiedad.

Según sea la intensidad, calidad y frecuencia de esos signos, los grafólogos pueden concretar el tipo de ansiedad: aquella que moviliza a la acción, aquella que provoca miedo, timidez e indecisión o aquella que desemboca en angustia.

La valoración de un caso u otro va a depender también del género gráfico al que se refiera dicho gesto, por ejemplo, una ansiedad que frena la toma de decisiones  se detecta en la manera cómo el sujeto ocupa el espacio (espacio interlineal, espacio entre palabras y letras, márgenes etc.)

Una ansiedad que tiene que ver con la inseguridad personal se detecta por los accidentes en la presión y en el tamaño de las letras.

Una ansiedad molesta, resultado de un Yo débil, se observa a través de un trazado filiforme, saltarín y ligero.

Una ansiedad que acaba en un proceso melancólico y angustioso se detecta en la dirección de las líneas y en los finales de las letras.

Una ansiedad que genera conflictos con los demás se observa en los acerados, sacudidas y movimiento efervescente.

Una ansiedad que se traduce en inhibición se revela en rasgos obsesivos, finales inhibidos, frases cortadas etc.

 

El grafólogo contratado en un proceso de selección, sin llegar al diagnóstico, debe referir al empresario si el grado de ansiedad detectado puede repercutir en el rendimiento laboral y en la operativa del equipo.