Hace unos días, y con motivo del apagón, publiqué un artículo en Linkedin donde explicaba brevemente una Cartilla de Racionamiento de 1939, firmada por mi madre y que adjunto como imagen al post
Refería el carácter difícil, no sólo de mi madre, si no también de muchas de las mujeres que durante la postguerra sobrevivieron con rudeza y a quienes el conflicto les arrebató la infancia.
Sobre la firma comentaba: «No es de extrañar, que la firma adulta de mi madre, que también aporto en la imagen, sea angulosa, estrechada, alta, subrayada, sobrealzada, ascendente….»
Es la típica firma de bloqueo y psicorigidez, avanza firme, pese a todo, dejando -si cabe- víctimas colaterales. Veamos porqué.
Las normas ortográficas nos invitan a un desarrollo natural, rural, dextrógiro en la mayoría de los casos, en donde la escritura avanza con soltura, espontaneidad y sin accidentes en el recorrido. Eso supone que entre letras y entre palabras hay que dejar un espacio adecuado, para que la letra, de alguna manera, respire y pueda dar cabida a ideas propias y ajenas.
Esa distancia entre letras también garantiza legibilidad.
En contextos donde no se deja ese espacio necesario, no solo se dificulta la lectura, sino que se reduce el espacio simbólico para que las ideas ajenas entren.
Esto pone de manifiesto un entorno más rígido, que puede revelar un estado de rigidez patológica. Además, esta rigidez suele ir acompañada de mecanismos de defensa como la proyección, el desplazamiento y la sublimación.
Cuando hablamos de patologías en el ámbito de la grafología, encontramos cuatro tipos de personalidad que pueden ser detectadas (aunque no diagnosticadas): paranoide, esquizoide, obsesiva o histérica. La búsqueda de perfección, por ejemplo, suele estar asociada a una neurosis obsesiva. Se manifiesta en escrituras con rigidez, ritmo monótono, buena formación de letras, presencia de ángulos, correcciones, doble óvalo, rasgos iniciales prolongados o formas artificiales.
Sin embargo, una escritura muy bien formada también puede corresponder a una personalidad esquizoide, especialmente si se trata de una escritura estática, geométrica, monótona y escasa.
En otro extremo, encontramos escrituras más saturadas y sobreestructuradas. En el caso de mi madre, por ejemplo, su escritura responde a una personalidad con rasgos paranoides. Sus textos están invadidos, falta aire, y la firma aparece muy revalorizada.
Este tipo de personalidad suele manifestarse con cierta hipertrofia del yo y una sobreestimación del sentimiento de inferioridad, muchas veces asociada a antecedentes familiares. La escritura en estos casos presenta formas geométricas, un gran número de paralelismos, abundancia de ángulos e hiperestructuración.
La imagen global es la de una escritura tipo «lluvia», en la que cada trazo parece repetirse con una insistencia que comunica control, defensa y tensión interna.
