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Firma inventada. Sobre esta casuística ya hemos hablado con anterioridad.

Parece imposible, pero sucede.

El falsificador ni siquiera se toma la molestia de ejecutar una imitación servil atendiendo al modelo de firma que quiere imitar.

Directamente, se la inventa con un desarrollo gráfico, tan hábil que, incluso, parece espontáneo y por tanto auténtico.

Y esto sucede, porque en el acto de firmar al margen de otras consideraciones, interviene la destreza gráfica que es es la capacidad motriz y cognitiva que permite a una persona realizar trazos gráficos de manera fluida, consistente y automatizada; para ello se vale de las habilidades aprendidas, el control motor fino, la memoria muscular y la coordinación visual y manual.

El control del motor fino se define como la habilidad de realizar movimientos precisos con las manos y los dedos, necesaria para manejar instrumentos de escritura como bolígrafos o lápices. Esto incluye aspectos como la presión sobre el papel, la velocidad de los trazos y la fluidez de los movimientos.

En cuanto a la memoria muscular: la escritura se basa en patrones de movimientos que se almacenan en la memoria a lo largo del tiempo. Estos patrones permiten que una persona reproduzca letras, palabras o firmas de manera automática y repetitiva.

Por esta razón, es lógico inferir que el acierto de una firma inventada se debe a:

Nivel de control gráfico. Esto implica que un falsificador con alta destreza gráfica produce trazos fluidos, proporciones coherentes y movimientos seguros y esto provoca que la firma inventada tenga una apariencia natural y consistente. En contraste, un falsificador con baja destreza gráfica desarrolla trazos rígidos, forzados o inconsistentes, con movimientos temblorosos o erráticos.

Ausencia de un modelo o patrón gráfico a seguir o la ausencia de hábito escritural. Al ser una firma creada espontáneamente, el falsificador no se guía por un patrón preexistente. Esto significa que los trazos, el ritmo, las proporciones y otros elementos gráficos son producto directo de su propia capacidad y estilo gráfico.

Variabilidad en la muestra dubitada. Una consecuencia directa de la ausencia de hábito escritural establecido para una firma inventada provoca que nos encontremos con variaciones significativas entre las firmas dubitadas.

El perito en estos casos tendrá que valorar si se trata de una firma inventada o bien de una autofalsificación de la firma por disimulo.

Pero esto es harina de otro costal.