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Retomo este artículo publicado enero de 2019, porque este aste asunto marcó mi trayectoria profesional en el año 2008.

Os presento un caso de análisis pericial caligráfico cuyo protagonista era un niño de once años.

El documento había sido presentado en el Juzgado por el progenitor; éste solicitaba la custodia del hijo en base a las declaraciones del menor.

Los resultados del análisis confirmaban que, efectivamente, ese niño había escrito el documento; sin embargo, aunque la escritura era suya, había indicios de que ese texto -tan comprometedor hacia su madre- no había sido redactado con su escritura espontánea; algunos de esos elementos eran:

• la confusión de las vocales (e, a, o),
• el trazo recubierto en los óvalos,
• el tamaño muy pequeño de la zona media (0,5/1 y 1,5 mm),
• el trazo pastoso, calibre grueso, estrías y muy presionado,
• variabilidad de la zona media,
• abolladura de los óvalos,
• compacidad de las letras,
• rigidez de la línea de base y en el margen ,izquierdo
• acortamiento excesivo de las hampas, etc, etc.

El niño había empleado una escritura econ evidentes señales de alarma y esto obligaba a averiguar qué había motivado este constreñimiento o dificultad para trazar los rasgos habituales.

El profesor Vels apunta como causas de un constreñimiento escritural las siguientes:

1. Inhabilidad gráfica por falta de dominio motriz o desorganización motriz.
2. Por excesivo cuidado en el dibujo de las letras.
3. Por el deseo de esconder o disimular ciertos pormenores o rasgos de la personalidad.
4. Por causas externas (frío vivo, excesivo calor, cambio de altura etc)
5. Por causas de orden mecánico tales como la utilización de una pluma defectuosa, de un papel o una tinta inapropiadas o por la posición inadecuada al escribir etc.
6. Por la presencia de un tercero que coarta la libre capacidad expresiva del sujeto.

Este último punto encaminó el estudio hacia un análisis de Lingüística forense para comprobar si el autor material coincidía con el autor intelectual del documento.

El informe  concluyó que el autor intelectual era un adulto y que el niño había escrito bajo coacción aquella nota killer.

El día del juicio, presente el padre en la sala, el niño negó cualquier coacción, pero al cumplir  los 12 años, fue a hablar con el juez para decir la verdad.

La justicia fue entonces justa y la madre recuperó la custodia de su hijo.