La nueva temporada de Correspondencia criminal abordamos el caso de Ximo Ferrándiz.
Un caso que evidencia la construcción progresiva de la mente de un asesino.
Analizamos dos documentos: fragmentos de un diario recogidos en un informe de la Guardia Civil y una felicitación de Navidad, redactada desde prisión,décadas después.
En ambos documentos se observa una línea de continuidad indiscutible entre el adolescente Ferrándiz y el adulto asesino.
El diario de los 80 no muestra solo las vacilaciones típicas de un joven, sino también:
- un patrón de cosificación de los demás,
- una narrativa centrada en sí mismo,
- un desprecio latente hacia quienes no satisfacen sus expectativas,
- una necesidad patológica de control simbólico a través del lenguaje.
Lo que observamos en la postal de Ferrándiz adulto es el mismo modus operandi lingüístico, pero más sofisticado: donde antes escribía como víctima narcisista de sus emociones, ahora escribe como agresor disfrazado de cortesía.
El Ferrándiz adulto no nace de la nada: es el resultado de un adolescente que nunca construyó un yo empático, que aprendió a disfrazar su desprecio y su necesidad de control bajo una máscara de normalidad.
Y es que la postal navideña que Joaquín Ferrándiz envió desde prisión no es simplemente una muestra de cortesía.
Es un documento inquietante que revela, bajo su aparente amabilidad, el funcionamiento de una mente que domina el lenguaje como instrumento de manipulación.
Con frases cargadas de optimismo impostado y un tono cuidadosamente educado, Ferrándiz proyecta una imagen de normalidad que contrasta brutalmente con sus crímenes.
El uso de expresiones universales como “a todos”, y las aspiraciones de “renovadas fuerzas e ilusión”, muestran cómo el lenguaje puede ser utilizado para ejercer poder simbólico, borrar responsabilidades y reconstruir una identidad social falsa.
En el fondo, esta postal no desea unas felices fiestas: es una muestra más de su control, su frialdad y su capacidad para simular emociones.