El perito acecha el documento como un soldado en una incursión militar y busca pistas o maneras de pillar al enemigo en un descuido: restos de tóner, surcos en el papel, firmas con rotulador, restos de lápiz, letra de imprenta o en mayúscula, tintas diferentes en un mismo documento etc.
Estos rasgos pueden deberse a que la firma la ha ejecutado no sólo un tercero, sino el propio autor, como ya hemos comentado en otros post al hablar de AUTOFALSIFICACIONES o desfiguración de la propia grafía. El verdadero autor transforma su propia firma para eludir, en un futuro, posibles responsabilidades del documento que suscribe, alegando que la firma es falsa.
Pero esas rarezas escriturales se pueden dar en firmas auténticas en las que su autor debido a circunstancias exógenas o endógenas ha modificado su escritura de forma involuntaria.
Veamos la clasificación que Barberá-Méndez (1998) señalan en su libro de Ciencia Policial:
Modificaciones escriturales NO FRAUDULENTAS:
A. OCASIONALES
- Calidad del papel
- Características del útil escritural
- Características de la tinta
- Posición del escritor
- Características del soporte
- Elementos ambientales: motivo, destinatario, clima.
- Patologías pasajeras
- Estados emotivos circunstanciales
B. PERMANENTES
- Toxicomanías
- Alcoholismo crónico
- Asma y disfunciones respiratorias
- Psicosis y enfermedades neurológicas
- Demencia senil
- Agrafías congénitas o adquiridas
- Defectos visuales etc.
C. EDAD
Por esta razón, antes de iniciar cualquier informe pericial, el perito debe saber si se producen algunas de esas modificaciones escriturales debido a causas permanentes, y hacer uso de esta información para aclarar al Juez si las anomalías escriturales se deben a causas naturales o fraudulentas.