En una óptica de mi ciudad, cuatro de los cinco empleados son zurdos.
Uno de ellos, de niño se rompió el brazo izquierdo y tuvieron que enyesárselo.
Le “sugirieron” que escribiera con la mano derecha, porque el mundo está diseñado para los diestros. Y aprendió.
A los treinta años decidió recuperar su zurdería y ante su sorpresa, ese cambio de mano supuso para él una mejora en su carácter.
Su propia experiencia corrobora el hecho de que la escritura es una compleja y completísima actividad motriz y un excelente factor de educación y control personal.
Otro empleado me enseñaba su peculiar manera de escribir, girando el papel y escribiendo de abajo hacia arriba, tal y como se observa en la fotografía. ¿Y por qué?
Sencillamente porque en su colegio las sillas-mesa que utilizaban, eran aquellas que tenían un brazo a la derecha y la única manera para que pudiera escribir un zurdo era ladeando la espalda y colocando el papel en sentido ascendente. Además la espiral de las libretas complicaban aún más las cosas.
Daniela -nombre ficticio de la tercera empleada- escribe con ese tipo de escritura grande e hiperligada que también podría realizar un diestro, pero sin duda los plenos, perfiles y ganchos delatan que quien escribe es un zurdo.
El ductus sinistrógiro de un zurdo se observa con claridad en esta muestra escritural.