Siempre hay malas lenguas, porque hay quienes sostienen que Picasso copió a otros pintores parisinos. Frente a las críticas, Picasso salió al paso al afirmar:
“ Se ha dicho que en mis inicios en París copiaba a Toulouse-Lautrec y Steilen. Es posible. Pero nadie ha confundido los cuadros de Toulouse-Lautrec y de Steilen con los míos».
Es cierto, hacia 1900 Picasso llegó a París y pocos años más tarde, se convertiría en la avanzadilla de aquellos pintores europeos que encontraron en la ciudad francesa su inspiración, su oportunidad y su mercado.
Y sí, los bailes parisinos inspiraron a Toulouse-Lautrec, Steilen, Van Gogh y Picasso.
Y también inspiró la absenta y todos comparten esa mirada melancólica de las protagonistas ; al mirarlas, uno se pregunta si la soledad lleva a la absenta o ésta es el remedio a la tristeza o es el refugio de su enajenación.
Los bailes, ciertas compañías, la soledad frente a una copa, se convierten en loci amoeni para los pintores, elementos comunes y escenas habituales. Y cada pintor pinta y trasmite lo propio de su genialidad.
También se criticó a Picasso por esos bodegones tan parecidos a los de Cézanne. Nada más lejos. Cada uno tiene su estilo y los bodegones constituyen un género pictórico. Pero resulta irónico definir estas imágenes bajo el concepto de «naturaleza muerta» en esos cuadros del malagueño animados por esa pincelada saltarina, imprecisa y vivaz que parece escaparse del lienzo.
Y cómo no, dicen las malas lenguas que Picasso tomó prestado el formato de la firma de Pisarro, no comparto esta opinión, porque sobre en lienzo y con óleo, pocas posibilidades hay de estampar un nombre legible. Y si no comprueben la firma de Picabia.