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La documentoscopia analiza también el grado de identidad o semejanza  entre dos elementos, ya sean palabras u objetos, similitudes que pueden provocar confusión en el público medio consumidor.

La picaresca al servicio de la falsificación logra disfraces que, aprovechándose de la reputación y prestigio de terceros, consigue lucrarse con la venta de productos idénticos a los originales, pero utilizando un nombre semejante.

He aquí, por ejemplo este caso, donde sobran las explicaciones:

 

Sin embargo la similitud entre productos puede deberse al empleo legítimo de un diseño no original; veamos un típico caso de similitud en los logos

En este caso las empresas ofrecen productos distintos, la primera en el ámbito de la climatización y la segunda, en el de la automoción, por lo que será muy difícil que el público medio consumidor llegue a confundirse.

Sigamos con esa picaresca, y ¿qué pasa cuando se pretende utilizar DANONA para la venta de yogures?

Posiblemente la Oficina Española de Patentes y Marcas rechazará la inscripción de esta marca por la similitud con la marca DANONE.

Pero, ¿por qué?

En el próximo artículo analizaremos esta cuestión desde el punto de vista de la OEPM, pero ahora daremos un apunte desde el punto de vista de la Lingüística forense sabiendo que el cerebro emplea 150 milisegundos para comprender una palabra.

¿De qué depende que reconozcamos una palabra o que nos confundamos? Fundamentalmente de estos rasgos:

  1. La longitud
  2. La composición
  3. La frecuencia de uso
  4. La semejanza con otras palabras
  5. El contexto

Por tanto, a la hora de valorar la recognoscibilidad de un vocablo frente a otro, hay que tener en cuenta estos factores.