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¡Menudo librito ha caído a mis manos! Cómo diríamos los de mi generación, pequeño pero matón: VENDER LA MOTO de Matteo Rampin.

El lenguaje: “No hay condicionamiento más eficaz e invisible, porque la VÍCTIMA no advierte los RECURSOS que el otro utiliza para manipular su voluntad y limitar su libertad de decisión”

Y es que la manipulación es una estrategia tan antigua como la sugerencia viperina a nuestra madre Eva con la sutil invitación a ser como dioses.

Desde entonces, el lenguaje, sigue siendo el mejor encantador de serpientes y de sujetos pasivos a ser pasiva e inconscientemente utilizados.

La manipulación la encontramos en el lenguaje publicitario, en la demagogia política y sin ir más lejos, en esas palabras envueltas de sonrisas y gestos cariñosos, con la que nuestros hijos nos hacen ceder en lo in-cedible (palabra que no contempla la RAE).

Sucumbimos al encanto y al susurro de un …me perdonas…. No hay vuelta atrás.

Y sobre si un texto puede ser manipulativo o no, el perito en lingüística forense puede emitir un informe.

Para ello, el experto puede considerar muchas de las estrategias manipulativas del lenguaje, algunas de las cuales aparecen en el libro de Rampin.

1. Utilizar nexos causales para justificar lo injustificable de forma que el interlocutor percibe esa explicación como una justificación clara y de ahí que le sugiera algún tipo de obligación moral.

2. El uso de comillas convierte una palabra o frase en una expresión ridícula o cuestionable, revela crítica, ironía, sarcasmo o duda.

3. Ambigüedad o el arte de presentar verdades absolutas, aunque sean solo relativas.

4. Afirmar algo con contundencia sin demostrarlo.

5. La mente solo percibe la palabra con mayor interés. Rampin refiere la frase: sabor a chocolate. Al escucharla, ¿qué le queda al oyente? Chocolate, por supuesto; lo de menos es que esa barrita solo contenga sabor y no auténtico chocolate.

6. Uso de palabras con significado poco claro.

7. Utilizar el Puede o cualquier matiz de probabilidad, por lo que luego no es viable exigir responsabilidades o compromisos.

8. Frases comprometedoras.

9. Verdades a medias porque no se habla de las consecuencias ni de los peligros que supone una afirmación.

10. Lo primero que se dice es lo primero que percibe el cerebro y nos da una idea de cómo es la persona que habla, de tal manera que aceptamos todo lo que encaja de ella y rechazamos otros calificativos que no encajan.

Hagamos la prueba. ¿Con qué calificativo te quedas al leer estas dos frases?

El acusado es agresivo, determinado e inteligente.

El acusado es inteligente, determinado y agresivo.