A los grafólogos nos pasa como a los médicos. En una reunión en la que acabas de conocer a un grupo de gente y cada uno se va presentando, a la mínima que sugieras que eres médico, siempre hay alguien que explica sus síntomas a la espera de una respuesta-diagnóstico inmediato; si además es pediatra, no dejan de acribillarle durante toda la velada. A los grafólogos nos pasa como a los médicos, cuando te piden opinión acerca de los conocimientos que cada uno tiene sobre grafología, por ejemplo, sobre el estado de ánimo y su relación con la línea de base de la escritura.
Siempre y cuando la posición del sujeto al escribir y el soporte y el útil sean los adecuados, lo habitual es una escritura horizontal en que en menor o mayor medida las palabras se mantienen estables o ligeramente saltarinas.
Habitualmente en este contexto de normalidad, si las líneas tiran hacia arriba como para comerse el margen superior del papel indican voluntad de hacer, dinamismo, optimismo y energía vital pero también impulsividad o falta de control o de previsión, de ahí que algunos grafólogos sugieren que esas líneas tan ascendentes son propias de aquellos sujetos que no miden la realidad y obligan a que la realidad se someta a ellos -ya sea por un exceso de ambición (unos trepas) o por cierta desconexión -más o menos patológica- con la realidad y su entorno.
Las líneas descendentes se asocian habitualmente a un decaimiento físico o psíquico. Está claro que cuando uno está reventado no tiene fuerzas ni para escribir ni para levantar una silla; y cuando ese cansancio es emocional y psíquico y el sujeto solo le quedan fuerzas para sobrevivir y lo de menos es mantener una línea recta. UFF cuesta.
Pero el caso de los grafitis es distinto.
La línea de base de un graffiti tiene relación con el soporte y las prisas.
El grafitero en una posición no habitual estampa su tag en una pared ajena y urbana, a riesgo de ser “pillado” porque con la reglamentación actual, cualquiera se toma su tiempo para hacer un graffiti.
El graffiti es una ejecución rápida -de ahí que la mayoría tengan un tipo de cohesión agrupada o ligada- que requiere de destreza gráfica para estampar con un spray -que supone una presión constante en el cabezal- una firma más o menos legible. Y este tipo de gesto escritural requiere un esfuerzo por el continuo movimiento extensor (el que separa la mano del cuerpo) y la ausencia de apoyo del antebrazo en el soporte.
Por lo tanto, la interpretación grafológica de escritura descendente no siempre es aplicable a un graffiti.