Son las 8 de la mañana y el tren de los Ferrocarriles es el mismo que hace unos años. Las personas que nos encontramos en el andén somos las mismas, aunque no hacemos lo mismo. Hace unos años, hablábamos, leíamos o dormíamos; hace menos, ojeábamos distintos ejemplares de prensa gratuita y ahora cada uno se refugia en sus auriculares y en su pantalla digital: ha ganado el silencio, la comunicación virtual y la soledad.
Por eso resulta paradójico y así lo manifestaba la prensa recientemente, que el uso de la pluma vaya adquiriendo protagonismo no sólo en personas adultas sino también en las escuelas.
Y no es para menos. Me vienen a la memoria unas palabras de un viejo amigo que sólo utilizaba la pluma:
«La pluma es prudente porque no se impone y sólo entinta si se lo pides;
dócil, porque no se aferra a la superficie del papel;
ligera y volátil porque permite dibujar hijos en el espacio y mantener una cohesión yuxtapuesta;
elegante, porque sólo entiende de estética;
sincera, porque revela siempre tu estado de ánimo;
pedagógica, porque con ella aprendes de tus errores y aprendes a no borrarlos sino a prevenirlos».
Hace unos años hicimos un prueba con cien niños/as de seis colegios distintos de la provincia de Barcelona.
A 50 de ellos les proporcionamos una pluma y todos ellos, los cien, cada mes y medio redactaron un breve texto a propuesta del profesor.
Al final de curso se hizo una valoración de la evolución y mejora escritural de cada alumno.
Los resultados fueron analizados y publicados.
No había duda.
Los niños que habían utilizado la pluma habían alcanzado un mayor número de items de destreza gráfica que los alumnos que habían utilizado bolígrafo.
Esta mejora había contribuido a ganar no solo en legibilidad y velocidad en el grafismo, sino también había logrado esa satisfacción personal por haber alcanzado un reto o un éxito.
De ahí que en la reeducación escritural o en los ejercicios de grafomotricidad para mejorar la caligrafía -especialmente de cara a las pruebas públicas como la Selectividad- se aconseje siempre el uso de la pluma estilográfica y en el caso de los niños, plumas compactas que no manchan.