La prensa de hoy, 27 de abril, recoge el testimonio de una mujer adulta, madre de tres hijos, que relata su trágica infancia porque fue violada por su hermano hasta los 14 años con el consentimiento implícito de unos padres que no podían concebir ni entender ni admitir las acusaciones de su hija.
La víctima explica que su única válvula de escape fue escribir un diario.
Y no es extraño, porque a veces compartir con un papel en blanco, papel que no te va a juzgar, es liberador.
Y es que la escritura tiene ese poder: no solo es un medio de comunicación y de información con los demás, sino especialmente, con uno mismo.
La escritura manuscrita dice mucho de nosotros, porque somos nosotros mismos, y no una máquina, los que imprimimos fuerza, velocidad, intención y forma a nuestros pensamientos.
La escritura de esta mujer llama la atención desde el punto de vista de la GRAFOLOGÍA y por esta razón he señalado en la imagen algunos detalles.
Los óvalos que representan el yo, la intimidad y el sentimiento de individualidad son agredidos por acerados y ese trazo penetrante de la barra de la letra T; un óvalo que se encierra en anillos y que además también se agrede con ese rasgo que traducido de la terminología francesa, se le denomina “cola de escorpión”; no es de extrañar la simplificación en las arcadas de la consonante M y en las jambas tan cortas de la consonante Y.