Los retoques en las firmas suelen ser indicios de falsificación porque el falsario va retocando para que la firma quede correcta.
El retoque se utiliza como el maquillaje para ocultar o tapar.
Sin embargo a veces los pintores hacen retoques posteriores; estos trazos no son arrepentimientos naturales, sino añadidos.
Véase en esta imagen, el propio Picasso en su Mujer ante el aparador, 9 abril 1936, escribe unas cifras que posteriormente tapa con pintura roja. Después reescribe la fecha.
Aquí no acaba la cosa, una vez pintado el cuadro, el pintor utiliza pintura negra para dar un retoque en el nombre del mes (abril) y en las patas de la silla.
Y puestos a reescribir la firma, véase la siguiente del cuadro Retrato de Nusch 1937.
En ésta el pintor utiliza un pincel con pintura gris y sobreescribe su firma con un estilo más simplificado.
En ocasiones los pintores conservan piezas en su taller durante tiempo, y cuando se produce la venta, el pintor quiere reafirmar su autoría añadiendo algún dato o retocando, como en este caso, la firma.
En este cuadro la firma original se estampó en circunstancias o útiles poco idóneos porque el trazado no es homogéneo y todos los bordes aparecen abiertos y con rebadas. De ahí que este retoque generalizado embellece y completa la firma.