En el anterior post exponía algunos puntos del libro sobre Patrimonio cultural de Emilio Javier VERÓN BUSTILLO y un lector ha sugerido que expusiera algunas conclusiones.
Como se dice en español, el autor “no deja títere con cabeza” y desglosa deficiencias en el sistema de protección y regulación de los bienes culturales en toda Europa; señala también el desarrollo en el campo delictivo en el ámbito del arte, cseñalando este tipo de delincuentes:
“El ocasional, el individual sistemático, el organizado y submarinistas aficionados o empresas cazatesoros que cometen expolios subacuáticos”.
Esta clasificación de delincuentes del patrimonio arqueológico me recuerda la homóloga que aparece en películas sobre serial killer,en las que trazan los perfiles de delincuentes organizados e inorganizados; una clasificación que a veces resulta irrelevante, porque encontrar al malo suele llevar su tiempo, como mínimo la hora y media de la proyección de la película.
Sobre los robos, la diana perfecta son los objetos religiosos, robados en iglesias que carecen de la necesaria protección y de medidas de seguridad. También sufren expolio los museos, galerías, bibliotecas y archivos históricos a los que los delincuentes acceden con carnets falsos, y también ¡como no!, los hay especializados y no especializados que actúan de forma ocasional o habitual.
Ya tenemos otra clasificación, pero como afirma el autor, de poco sirve esta clasificación si no existen las medidas de prevención, los medios policiales y de investigación del delito ni mucho menos una legislación suficiente y a la altura de todo lo que acontece.
Las normas de Derecho Internacional, nacieron con muy buena intención, sin embargo “sus efectos han sido muy limitados y su escasa aplicación evidencia la falta de voluntad política”…”Las normas aprobadas recientemente por la UE no parece que vayan a solucionar definitivamente la problemática existente…”
El texto sigue exponiendo con sinceridad y transparencia la inoperancia política o legislativa porque como es habitual el delincuente va por delante del legislador.