Hacer la pinza con los dedos pulgar, índice y corazón apoyando ligeramente la mano sobre la superficie del papel, mantener el codo quieto, la muñeca flexible, la espalda apoyada en el respaldo de la silla, los pies descansando en el suelo y la cabeza a una distancia de unos 20cm de la mesa.
Nada menos, y todo ello necesario para que el niño escriba relajado y no se canse en exceso.
Es importante comprobar la altura de la mesa, máximo a 76 cm del suelo, porque si la altura es mayor, el niño no apoya los pies y va dando pataditas y se desestabiliza o bien se sienta en la punta de la silla con lo que acerca más la cabeza y apoya el torso en la mesa.
Las posturas incorrectas del cuerpo inciden en la manera cómo el niño hace la pinza y escribe.
En los casos de reeducación escritural infantil, el grafólogo comprueba la postura, los ojos, la cabeza, como avanza la mano y cuál es el grado de espontaneidad y flexibilidad de los músculos.
Si el niño adopta una correcta postura, evitaremos esas malas colocaciones de la mano que Aguriaguerra y Auzias ya publicaban en su libro La escritura del niño en 1964 y que resultan tan actuales.