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Según Pulver, psicólogo y grafólogo suizo de principios del S XX, la disposición de la masa gráfica en el espacio (papel) es personalísima y tiene que ver con las vivencias familiares, el rol social, las necesidades y los intereses individuales.

Sin embargo, si nos ceñimos al estudio de las firmas en obras de arte, la libertad para estampar la firma en el espacio se limita, habitualmente, a los márgenes superior-inferior derecho o izquierdo.

De ahí que al considerar el género orden vamos a detenernos en otras consideraciones:

  • El orden interno y la ubicación de los grafismos.
  • La extensión de la caja de escritura.
  • La distancia entre los elementos.
  • La zona predominante del grafismo.
  • La distancia entre firma y rúbrica.

Al considerar este espacio también podemos fijarnos en la dirección que toma la caja de escritura de las firmas y para ello vamos a considerar estas características.

  • La regularidad del asentamiento de las letras.
  • La interacción con el material y la posición de la mano.
  • Preguntarse porqué, dónde, cómo y para qué se producen los cambios de dirección y qué consecuencias tienen en la presión.

De ahí que puedan ser indicios de falsedad:

  •  La firma que se sienta en una línea del dibujo.
  •  Línea de base sinuosa, irregular, descendente, cóncava o convexa.

Finalmente, en cuanto a la ocupación del espacio podemos detenernos en el eje escritural y su inclinación. Habitualmente la escritura estampada en una obra de arte se ejecuta de forma vertical con la dificultad añadida de firmar a mano alzada y de pie.

Por tanto podemos analizar los siguientes rasgos:

  • El tipo de inclinación.
  • La regularidad.
  • Los posibles enderezamientos, rectificaciones o torsiones en hampas.
  • La trayectoria dextrógira o levógira.

Y como siempre sin olvidar de que a veces lo extraño resulta lo habitual en un pintor.